Querido diario, 14 de enero de 1818
He recibido la noticia de mi próxima mudanza a España, aunque fue mi país de nacimiento al verme expulsado de él no sé muy bien como debo afrontar este cambio. Soy consciente que estos cortos años que he recibido educación distinta y que mis futuros compañeros de clase me pueden acusar de afrancesado o evitarme por ello. Al recibir mi educación primaria en francés tendré que habituarme un cambio de lengua ¿cuán mala suerte puede acumular un pobre chiquillo como yo?
17 de enero de 1818.
Acabo de llegar a la vieja Madrid, aquí todo es muy distinto al territorio francés, es una ciudad triste con un fuerte frío que me traspasó nada más bajarme del carro, además de embarrarme mis botas nuevas en las sucias calles. Deseo acostumbrarme cuanto antes y que no se me marque por que no sé hablar ni una sola palabra en castellano.
29 de mayo de 1818.
Como podía preverse en un primer momento los niños parecían recios a acogerme por mis ideas distintas y mi francés. Me cuesta acostumbrarme, los españoles tienen unos modales muy rudos y no paran de freírme a preguntas sobre mi antigua vida.
20 de diciembre de 1819.
Los zapatos nuevos me aprietan, mi padre me obliga a llevarlos porque dice que todos los niños de Madrid los llevan, no me gustan los zapatos de Madrid. Ya cumplo diez años y puedo percatarme que no pienso igual del resto, mi cultura es distinta, no creo en las mismas cosas. Aquí los franceses son considerados demonios y no puedo replicarles sino quiero que me golpeen como la última vez.
4 de febrero de 1820.
Hay una niña muy bonita que se sienta sola en los recreos, quiero acercarme pero me da miedo que me rechace como el resto por mis orígenes franceses. Ya han pasado más de tres años desde que llegué a este país y aún noto cierta tensión cuando se me escapa alguna palabra en francés o en clase comento algo de su historia. Aún no me acostumbro, ¿y si me pega una torta?
26 de junio de 1821.
Madrid es una ciudad muy calurosa, no lo pensé cuando llegué hace cuatro años en aquella lluviosa y helada noche de enero. Poco a poco me acostumbro y los niños ya parecen haberse olvidado de mí. Supongo que al ser un niño me es más fácil, mi padre no parece tan contento; le escucho durante las noches en su despacho y sé que no está contento.
13 de septiembre 1823.
Comienzo en la escuela taquigrafía y de economía política en la Sociedad Económica de Amigos del País y de matemáticas en el Colegio Imperial de los Jesuitas, mi padre se ha trasladado a Cáceres y yo, aquí solo debo enfentrarme a una orden de cristianos españoles.
Los textos reflejan muy bien el posible diario de un muchacho de la edad de Larra. Transmites adecuadamente los sentimientos del autor cuando de niño regreso con su familia del exilio.
ResponderEliminar