jueves, 12 de noviembre de 2015

Gustavo Adolfo Bécquer.

     

RIMA LXXIII DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Cerraron sus ojos, 
que aun tenía abiertos; 
taparon su cara 
con un blanco lienzo, 
y unos sollozando, 
otros en silencio, 
de la triste alcoba 
todos se salieron. 

La luz, que en un vaso 
ardía en el suelo, 
al muro arrojaba 
la sombra del lecho, 
y entre aquella sombra 
veíase a intérvalos 
dibujarse rígida 
la forma del cuerpo. 

Despertaba el día 
y a su albor primero, 
con sus mil ruidos 
despertaba el pueblo. 
Ante aquel contraste 
de vida y misterios, 
de luz y tinieblas, 
medité un momento: 
¡Dios mío, qué solos 
se quedan los muertos! 

De la casa, en hombros, 
lleváronla al templo, 
y en una capilla 
dejaron el féretro. 
Allí rodearon 
sus pálidos restos 
de amarillas velas 
y de paños negros. 

Al dar de las ánimas 
el toque postrero, 
acabó una vieja 
sus últimos rezos; 
cruzó la ancha nave, 
las puertas gimieron 
y el santo recinto 
quedose deserto. 

De un reloj se oía 
compasado el péndulo, 
y de algunos cirios 
el chisporroteo. 
Tan medroso y triste, 
tan oscuro y yerto 
todo se encontraba... 
que pensé un momento: 
¡Dios mío, qué solos 
se quedan los muertos! 

De la alta campana 
la lengua de hierro 
le dio volteando 
su adiós lastimero. 
El luto en las ropas 
amigos y deudos 
cruzaron en fila 
formando el cortejo. 

Del último asilo, 
oscuro y estrecho, 
abrió la piqueta 
el nicho a un extremo. 
Allí la acostaron, 
tapáronle luego, 
y con un saludo 
despidiose el duelo. 

La piqueta al hombro, 
el sepulturero, 
cantando entre dientes, 
se perdió a lo lejos. 
La noche se entraba, 
reinaba el silencio; 
perdido en las sombras, 
medité un momento: 
¡Dios mío, qué solos 
se quedan los muertos! 

En las largas noches 
del helado invierno, 
cuando las maderas 
crujir hace el viento 
y azota los vidrios 
el fuerte aguacero 
de la pobre niña 
a solas me acuerdo. 

Allí cae la lluvia 
con un son eterno; 
allí la combate 
el soplo del cierzo, 
del húmedo muro 
tendida en el hueco, 
¡acaso de frío 
se hielan sus huesos!... 

¿Vuelve el polvo al polvo? 
¿Vuela el alma al cielo? 
¿Todo es vil materia, 
podredumbre y cieno? 
¡No sé; pero hay algo 
que explicar no puedo, 
que al par nos infunde 
repugnancia y duelo, 
al dejar tan tristes, 
tan solos los muertos! 

COMENTARIO DE TEXTO

Estructura externa

Es un texto completo escrito de doce estrofas de ocho versos, los versos son hexasílabos es decir de seis sílabas, las estrofas son octavillas porque son de arte menor ya que se agrupan de tres en tres. En el medio se encuentra el estribillo pero cambia a final del poema.

Estructura interna

El poema se divide en cuatro partes:
  1. Versos 1/24: una niña muere al amanecer.
  2. Versos 27/50: se lleva el cuerpo a una capilla a atardecer.
  3. Versos 53/76: se produce el entierro de la niña.
  4. Versos 79/104: los recuerdos del poeta sobre esta niña y la reflexión sobre la muerte.
Tema

El tema principal es la reflexión sobre la muerte y la soledad en la que se encuentran los muertos representándolo a través de la muerte de una niña.

Resumen

En una tarde de invierno en el que el poeta reflexiona sobre la muerte y lo solo que se debe de sentir, por lo que recurre al recuerdo de la muerte de una niña; ésta niña murió al amanecer, se lleva el cuerpo a una capilla y al atardecer se produce el entierro de ésta niña.

Análisis del contenido y expresión

Las figuras literarias que podemos observar dos epítetos en los versos 4 y 33, también podemos observar dos hiperbáton en los versos 27 y 36/35, metáforas en el verso 54, interrogaciones retóricas en el verso 95/98 y antítesis en el verso 23.

1 comentario:

  1. El análisis del contenido y de la expresión debe ser mucho más extenso

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